Manifesto de solidariedade con Batasuna

Máis de 140 persoas, entre os que se atopan escritores, sindicalistas, xornalistas e estudantes, asinaron xa un manifesto de solidariedade con Batasuna tras a detención da súa cúpula. Podes consultalo aquí.

Por Galicia Confidencial | Galicia | 09/10/2007 | Actualizada ás 15:36

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49 anónimo

Iñaki Egaña
Izaronews


Una vez, Fraga dijo que para que la ikurriña fuera legal antes habría que pasar por encima de su cadáver. Cené con él hace unos años (hoy lo reconozco después de tantos remordimientos) en el Galeusca que se celebró en Santiago. Es cierto que se aplicó un sinfín de pastillas con la sopa, pero aún no era fiambre y la ikurriña lleva un buen ciclo permitida, al menos en muchos espacios. En otra ocasión Iturgaitz, tan remoto en el tiempo que he olvidado su nombre, afirmó que las elecciones regionales eran, en realidad, plebiscito: independencia o solera de España.

Triunfaron los partidos de Lizarra-Garazi, que eran los destinatarios de su rotunda afirmación. Y, a pesar, nuestra casa sigue siendo propiedad borbónica. Fernando Iwasaki, un peruano de origen asiático, ofreció una lección magistral hace 15 años (esta vez lo recuerdo porque tengo la ficha) a responsables periodísticos, judiciales y policiales: para acabar con ETA hay que buscar el enfrentamiento civil. De aquella sandez surgió el Espíritu de Ermua y del mismo la reciente UPD del triunvirato Rosa Diez-Savater-Vargas Llosa. Nacieron en el siglo equivocado. Tenemos memoria, afortunadamente: los joseantonianos nos dejaron el país cubierto de difuntos furtivos, en las cunetas. ¿Quién es víctima? Primer punto de Falange: “Creemos en la realidad suprema de España. Afirmarla, elevarla, perfeccionarla es el deber urgente de todos los españoles”. Fraga, Iturgaiz, Savater...

Felipe González, Ricardo García Damborenea, Antonio Ibáñez Freire (“aunque se escondan en el centro de la tierra), Andrés Cassinello (“prefiero la guerra a la alternativa KAS”), Rafael Vera, Narcís Serra, Luis Carrero Blanco, Rodolfo Martín Villa (“ganamos dos a uno”), Agustín Muñoz Grandes, Jaime Mayor Oreja, Pepe Barrionuevo, José María Areilza (“vaya que si ha habido vencedores y vencidos”), Javier Corcuera, Carlos Arias (“españoles -suspiro-, Franco ha muerto”), Juan José Rosón, Ángel Campano… ¿cuántos han pasado por la cúpula de la hispanidad? Rojos, amarillos, azules o escarlatas, ¡qué más da el color! Ante la realidad suprema que es España el resto es nimiedad, una pequeña estrella en la inmensidad de la galaxia rojigualda.

En fecha distante, aunque no lejana (octubre de 1958), un diario egipcio, cuyo nombre no viene al caso, informaba que la millonaria griega Eva Chrisenti, residente en Alejandría, había dado con una fórmula magistral. La agencia alemana DPA, que recogía la noticia, titulaba en su crónica: “los negros podrán ser blancos gracias a una fórmula revolucionaria” y abría un par de párrafos delirantes en los que recogía la noticia de una sustancia que, inyectada en el ser humano, lograba cambiar la pigmentación de la piel. El invento, que ya había sido patentado, “puede poner fin a todos los conflictos raciales de la tierra”, sentenciaba La Voz de España, que es el diario más cercano al que he echado mano para meterme semejante chute.

Lo anormal del tema, que ya habrá percibido el lector, tiene que ver con la mentalidad anormal, valga la redundancia, de la inventora de la pócima, de la agencia que la trasmite y del diario que la comunica. El cambio de pigmentación se admite de negro a blanco, y no por ejemplo, al revés. Esos tres agentes sólo concebían que la humanidad fuera blanca y, con eso, habrían desaparecido “todos los conflictos raciales”. Necedad elevada a su máxima expresión. Y, sin embargo, los medios de la época, capitalistas los unos, académicos los otros, falangistas finalmente los de aquí, le dieron portada.

De la misma manera, el “conflicto vasco” se entiende en clave de transformación de negro a blanco. No pasa siquiera por la imaginación de las sesudas y especialmente dotadas mentes arriba citadas (algunas bien es verdad en proceso de compostaje) que los negros deseen seguir siendo pues eso, negros. Me parece tan evidente que no acierto a entender el empecinamiento falangista hispano. Y, quizás, esa torpeza se encuentre en las tesis del eminente psicólogo Cyril Burt, que explicaba científicamente la diferencia abismal de coeficiente intelectual entre blancos y negros (a favor de los primeros, por supuesto), o en la agudeza intuitiva del mago de las palabras que fue Borges, cuando dijo que “los vascos me parecen más inservibles que los negros”. Pues será eso.

48 anónimo

Dialogar, dialogar, dialogar
Para que exista democracia debe existir la posibilidad real -y la garantía de que se dan las condiciones que permiten a toda la ciudadanía, sin excepciones- del ejercicio efectivo del derecho a participar en el espacio público (o, mejor, común). Un espacio perteneciente a todas y todos; abierto, no replegado sobre sí mismo ni excluyente; un espacio defendible y a preservar, en el que las ideas, los argumentos, el debate, la dialéctica y la negociación sean realmente posibles, y en el que los acuerdos adoptados puedan celebrarse. Por tanto, la democracia no debe instalarse a golpe de ley, sino que se construye con la participación e intervención directa del pueblo.

Pensando de esta manera, es lógico que suscribiera el manifiesto que Ahotsak presentó en 2006. Al fin y al cabo, la declaración reconocía que «todos los proyectos políticos se pueden y deben defender», y añadía: «No hay que imponer ninguno».

En el documento también se recogía lo siguiente: «Si la sociedad vasca, la ciudadanía del País Vasco o Euskal Herria desea transformar, cambiar o mantener su actual marco jurídico-político, todos y todas deberíamos comprometernos a respetar y establecer las garantías democráticas necesarias y los procedimientos políticos acordados para que lo que la sociedad vasca decida sea respetado y materializado y, si fuera necesario, tuviera su reflejo en los ordenamientos jurídicos».

Asumiendo y haciendo mío el acuerdo anterior, difícilmente puedo estar de acuerdo con la respuesta del Gobierno español a la propuesta del lehendakari de realizar una consulta popular, no vinculante jurídicamente; como tampoco lo estoy con las detenciones y encarcelamiento de dirigentes de Batasuna.

En mi opinión, este tipo de actuaciones empaña el significado de «democracia» y resultan una concesión a los sectores más reaccionarios y conservadores de la sociedad española (y de los partidos que defienden ese tipo de postulados), constituyendo una forma de perpetuar(se) la ideología del pensamiento único, en el que los conceptos de nación, nacionalidad e identidad se convierten en preceptos dogmáticos y casi fetichistas.

El pluralismo político surge de combinar dos derechos indisociables e interdependientes: el derecho a la libertad y a la igualdad. La multiplicidad es inherente a la acción política y la democracia conlleva progresión de derechos, no restricción de los mismos. Si se desea deslegitimar una forma de contestación política (la de amplios sectores de la izquierda abertzale), la solución no es ilegalizar y criminalizar las ideas, sino dialogar, dialogar y dialogar, hasta alcanzar un acuerdo.

En lugar de espetar lo de «constitución, constitución, constitución» y seguir criminalizando las ideas, deberíamos mirar hacia Irlanda y Quebec, y estar atentas a lo que pudiera suceder en Bélgica.

«La santa majestad de las leyes», decía Théophile de Viau, en la oda que comenzaba: «La paix trop longtemps désolée» («la paz demasiado tiempo afligida»).

Belén Martínez

47 anónimo

La dureza de la palabra
Todo lo que de inteligente y menos inteligente podía escribirse ya está escrito. Nada puede añadirse, porque además está prohibido. Las palabras ya no tienen poder, si no es el de llevar a la cárcel a aquellos que la usan como instrumento de diálogo. Lo dice Zapatero, cuyas huestes acaban de encarcelar la política. Y cuando callan las palabras, ya sabemos quién habla. Es la guerra, que diría Gila, sólo que ahora el casco lo lleva Rubalcaba.

Leo en el panfleto del frente, escrito al dictado del mencionado humorista, que los duros se habían hecho un hueco en la dirección de Batasuna. Y que había que actuar. Operación quirúrgica para extirpar de la izquierda abertzale a aquellos que ayer eran hombres de paz, esos mismos que negociaron durante no sé ya cuántos años con los socialistas y que hoy son tumor maligno, pérfidos villanos, monstruos sin sentimientos, los duros.

Siempre me ha producido desazón esa expresión, los duros. ¿Se nace o se hace? ¿Se es o se parece? La verdad, dudo de que existan realmente, pero con las detenciones del otro día seguro que se han endurecido muchos corazones de esos que Rubalcaba hubiera pensado blandos. Y el ministro no es tan tonto como para no saberlo. Por eso, porque sabe qué ha hecho, lo suyo es pura provocación, y el artículo sobre los duros, un cuento.

No hay salida. Lo dicen los socialistas. Miles de ciudadanos no tienen derecho a una voz política. Esta es la democracia que hay, y si no tragas te encarcelo en nombre de la Constitución y del estado de derecho. Si eso no es una invitación a la clandestinidad, que venga el gracioso Rubalcaba y lo explique. Y eso lo sabe Zapatero, blando entre los blandos si verdaderamente los duros existen. Porque sólo un pusilánime puede actuar como lo ha hecho el jefe de Gobierno en este proceso de monólogo.

A pesar de todo, sí hay salida. Llevamos tiempo en una confrontación larga, dura y difícil que va a prolongarse años. Pero hay salida. Lo dijo Otegi: no hay alternativa al proceso. No pueden acallar a un pueblo eternamente. Y cuanto más tarden en darle la palabra, más dura será con los que se la quitaron.

Iñaki Lecuona

46 anónimo

¿Prevarica Garzón?
Mientras los portavoces del PSOE y el ministro de Justicia insisten en la independencia de Baltasar Garzón, la mayoría de quienes han leído el auto por el que envió a prisión a 17 dirigentes independentistas sostienen que el juez se ha dejado influir por cuestiones de oportunidad política. Hasta que se conoció el texto, habían sido los representantes de formaciones abertzales quienes -con mayor o menor contundencia- habían denunciado la instrumentalización de los tribunales a cargo del Gobierno español. Pasados los primeros momentos de euforia y satisfacción por las detenciones, ahora son los medios de la derecha española quienes desnudan al magistrado de la Audiencia Nacional. Le acusan de haberse declarado en tregua mientras ETA mantuvo su alto el fuego.

Quienes anteayer aplaudían a Garzón, cuando en tiempos de Jaime Mayor Oreja hizo suya la consigna del entonces ministro del Interior de que «todo es ETA» (todavía hoy Mayor Oreja insiste en ver la mano de la organización armada vasca hasta detrás de lo que ocurre en Catalunya), ahora le reprochan haberse dejado llevar por las teorías relativistas de Rodríguez Zapatero. La derecha mediática tiene un nuevo icono judicial, que es Fernando Grande Marlaska, y algún columnista establece abiertamente comparaciones de las que Baltasar Garzón no sale bien parado.

Los editoriales de «Abc», «La Razón» y «El Mundo» atacan al juez por el mismo flanco: introducir en el auto «valoraciones políticas» sobre si Batasuna trabajaba por la paz o para apoyar a ETA, tomando como punto de inflexión la ruptura del alto el fuego en junio pasado. A su entender general, aunque encarcelar abertzales está bien y es saludable, debería haberlo hecho hace ya mucho tiempo, puesto que el proceder «impertinente» de Garzón y su subordinación a las tesis de Zapatero, «despoja a la acción de la Justicia de su seguridad en independencia». Con las cosas así, los editorialistas de «El País» se han quedado solos en la defensa del juez y en la creencia de que -como dice Garzón- se ha actuado ahora porque es cuando se han reunido los indicios necesarios para la intervención judicial. Un argumento más que cuestionable leyendo el resto de las páginas del auto.

Pero de las meras críticas escritas, hay quien siguiendo la misma línea argumental que utilizan los medios de la derecha ya pide la intervención del CGPJ. Una firma con peso en webs y tertulias de esa órbita política escribía ayer en «El Confidencial» que «algunos juristas creen que es más que posible que se esté cayendo en un delito de prevaricación, porque si ahora es delito que Batasuna celebre una reunión, también lo era entonces, y en el auto el magistrado reconoce, probablemente llevado por esa vanidad narcisista que le invade, que entonces no actuó porque él consideraba que no debía hacerlo dado que estos tíos de Batasuna eran hombres de paz según el Gobierno de Rodríguez. Pero no era así, y lo cierto es que ya entonces debía haber actuado y encarcelado a los miembros del aparato político de ETA. De ahí que Garzón merezca, al menos, que el Consejo General del Poder Judicial le abra una investigación y, como poco, un expediente».

No es probable que esta demanda llegue a tener ninguna consecuencia para Garzón, aunque no son pocos en el CGPJ los que le tienen ganas.

Pero al tiempo que se piden medidas, aflora uno de los temores de quienes celebran la detención y encarcelamiento de abertzales, y es que los deseos del juez por satisfacer los deseos gubernamentales, le haya llevado a cometer errores de bulto en la instrucción del sumario que ni siquiera los tribunales superiores españoles puedan pasar por alto, viéndose obligados finalmente a absolver a los dirigentes independentistas como ocurrió en 1999.

Habrá quien piense que «en el centro está la virtud» y que si Baltasar Garzón es atacado desde los sectores abertzales y desde la derecha española es que va por buen camino. Pero la justicia no es una media aritmética. Dos y dos no son cinco porque Rajoy diga que son seis y Otegi que cuatro.

Iñaki Iriondo