De tripartitos y bipartitos

La nevada y los cortes de luz en cientos de municipios catalanes han puesto una vez más en evidencia al tripartito catalán.

Por Telmo Martín | Pontevedra | 17/03/2010

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Solo hay que ver cualquier medio de comunicación catalán, con independencia de su ideología. Algo parecido le ocurrió al tripartito en su primera legislatura con el hundimiento del barrio del Carmel en Barcelona, asunto que todavía hoy sigue coleando. Si hablamos del tripartito balear las conclusiones todavía son peores. En su primera legislatura fueron apeados del poder por los ciudadanos y en la actual solo hay que escuchar los informativos.

Si el tripartito vasco que gobernó en las 2 últimas legislaturas lo hubiera hecho medio bien ahora no habría un gobierno socialista. Del bipartito gallego que gobernó la Xunta ya decidieron los gallegos hace un año. Mi opinión es que conseguir un gobierno coordinado y eficaz ya es de por sí muy difícil cuando sus miembros son de un solo partido, en gran parte por nuestro carácter individualista. Y, por tanto, misión casi imposible cuando el gobierno lo forman 2 o 3 partidos. Además son pactos que responden más a intereses de reparto del poder que a criterios de gestión y eficacia. Otra cosa bien distinta es un gobierno formado por un solo partido, pero que al carecer de la mayoría se apoya en otra formación. Es el caso del actual gobierno vasco o de los últimos gobiernos de Felipe González y el primero de Aznar, que se apoyaban en CIU y PNV.

El bipartito pontevedrés ha sido un fiasco desde su creación en el 2003, como demostraron los resultados electorales del 2007. Sin embargo, sí funcionó el primer gobierno de Lores de 1999 al 2003 y así se lo reconocieron los ciudadanos en las urnas. Entonces el BNG gobernaba en solitario con el apoyo (pero también con el control) de los socialistas, que no quisieron formar parte del gobierno. Entonces su portavoz era Roberto Taboada, un político inteligente y generoso que supo controlar los excesos del BNG. Hoy lo que tenemos es una coalición de intereses con el objetivo principal de mantenerse en el poder y Pontevedra ha pasado a un segundo plano. Una parte del gobierno quiere lo peor para la otra, aunque desde la salida del bipartito de la Xunta se esfuerzan en disimularlo, por aquello de que “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.

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