Por Mar Barcón | A Coruña | 18/01/2010
En realidad no es la primera vez que las declaraciones de José Ignacio Munilla levantan airadas reacciones; la prudencia y el recato nunca han sido su fuerte. Vasco, recio, extrovertido y extremadamente conservador, Munilla labró su carrera eclesiástica combinando la ortodoxia en lo doctrinal con un aire “ye-ye” en sus exposiciones que le convirtieron en uno de los obispos más conocidos y con más apariciones “estelares” en los medios de comunicación. Articulista del ABC, bloguero, de verbo fácil… el que en su día fuera el prelado más joven de España llevaba años preparándose para el que sabía era su destino: reemplazar en la diócesis guipuzcoana a la larga estirpe de obispos nacionalistas y sustituir el credo abertzale por la doctrina más tradicionalista emanada hoy de la cúpula de la Conferencia Episcopal.
El protegido de Rouco Varela sabía que su aterrizaje en el País Vasco no sería fácil, pero su trayectoria avalaba su capacidad para mantenerse en el ojo del huracán sin alterar un solo músculo en su calculada sonrisa. El día de su homilía de presentación, tras cartas de protesta, declaraciones altisonantes y manifestaciones de lo más variopintas, le aplaudieron durante 8 minutos… Qué más se puede pedir?. Así que Munilla supo que había ganado a los Uriartes, Setienes y Eguibares; sus ovejas le querían y él podía mostrarse tal cual era… Él, que dijo dudar desde el punto de vista científico de la Teoría de Darwin; él, que calificó la homosexualidad de “trastorno neurótico” y que recomendó a Zapatero “no acercarse a la comunión”, no estaba dispuesto a dejar pasar una ocasión como la que le brindaba una entrevista en la SER, en prime time, en uno de los programas de más audiencia de la radiodifusión española…?.
Y allá se fue… encantado de haberse conocido y dispuesto a poner los puntos sobre las íes. Y mientras decenas de miles de cadáveres siguen sin encontrarse, mientras miles de familias buscan a sus desaparecidos, mientras un país entero ha sido engullido por la tierra y el mundo entero se estremece ante la tragedia, el gran Munilla nos advierte que peor es nuestra “pobreza espiritual” y que más pena damos nosotros que “esos pobres que sufren”. Es lo que tiene sentirse ungido por la Verdad y saberse clarividente. Es lo que tiene no sentir vergüenza de uno mismo.. Así, mientras Rouco daba un respingo, Genma Nierga se quedaba muda y media España se abochornaba, Munilla se empeñaba en explicarlo… y la explicación era, si cabe, peor.. “al menos esos pobres que sufren, rezan y creen…”. Ah!, bueno, siendo así..
Entretanto, “la otra Iglesia”, la que no llega a los obispados ni la entrevistan ni nada, la de los pobres, la de las monjas y los curas que se juegan la vida por los que no tienen nada desescombra piedra a piedra, en el país del vudú y la santería, buscando vidas - de fieles o infieles – que aún puedan salvar. Pues nada, Ilustrísima, hasta otra!.