Por Mar Barcón | A Coruña | 16/04/2010
Los puristas invocaron una y otra vez a la pureza de la Ley y la Justicia intentando demostrar que no había persecución ni venganza sino un elevado y exquisito cumplimiento del deber.
Pero hete aquí que ha bastado un editorial para que aquellos que no parecían dispuestos a despojarse de su toga se apresuren a pisar el polvo de los caminos y descender desde los platos de la balanza hasta el entorno de los mortales que han osado criticarles. Es bien cierto que la reacción de sus Señorías no ha sido provocada por un editorial cualquiera, sino por una feroz disección desde las páginas del prestigioso New York Times. Y claro.. no es lo mismo llamar al orden a un puñado de republicanos y cuatro socialistas que leer, con espanto, cómo el primer diario americano – norteamericano, of course – deja en cueros la alambicada argumentación de las más altas magistraturas del país.. Has ahí podíamos llegar..
En dos días, el Tribunal Supremo ha hecho más el ridículo que en toda su historia.. A saber, primero citaron a la “prensa extranjera” para explicarles “los criterios técnicos y jurídicos” de los autos contra el juez Garzón. Al dia siguiente, ante el cabreo de los periodistas de medios nacionales decidieron hacer extensiva a estos la insólita invitación. Hoy el Supremo ha decidido que “ante la excesiva demanda” se suspende la “sesión informativa” y se cambia por un resumen escrito. Se ve que no contaban sus Señorías con que tres imputaciones contra el juez más famoso de la democracia española suscitara el interés de tanta gente. Bendita inocencia.
Personalmente siempre consideré excesiva la proyección mediática de Baltasar Garzón y siempre sospeché que tanto brillo acabaría rechinando a algunos de sus colegas y pasándole factura al cabo del tiempo. No debe ser fácil, para quienes son temidos y reverenciados por buena parte de la sociedad, aceptar de buen grado la fama y el reconocimiento del que goza el titular del Juzgado central número 5 y asumir el papel de primus inter pares del que goza el jienense en el imaginario colectivo.
Pero más allá de su querencia – eso dicen – por las cámaras, Garzón representa la esencia de lo que significa “la Justicia”, de esa concepción que nuestra sociedad tiene del “bien común”. Baltasar Garzón persiguió el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción, las dictaduras y a los gobernantes irresponsables e imprudentes. Investigó a Kissinger por su participación en el golpe de Pinochet, dictó una orden internacional contra el dictador chileno, desarboló la organización de Oubiña, descabezó a ETA en varias ocasiones, persiguió a Bin Laden, puso en el punto de mira las detenciones de Guantánamo, hizo causa de las víctimas de la dictadura franquista y le puso nombre a la trama Gürtel. Garzón nos obligó a mirar de frente debajo de nuestras alfombras y señaló todos y cada uno de los déficits que tienen nuestras acomodadas sociedades modernas.
Hágase justicia aunque perezca el mundo. Eso parecen querer decirnos hoy los Magistrados que se esfuerzan en explicar que la Ley de Amnistía nos obliga a olvidar el pasado, que la Falange tiene derecho – el nuestro – a reírse a carcajadas de la famosa “reconciliación” sentando en el banquillo a aquél que no dejó que olvidáramos a las víctimas. Hágase justicia. Hagamos justicia pero no el ridículo. Hagamos esa justicia que significa “la concepción que cada sociedad tiene del bien común”; esa que nos hemos dado para perseguir delincuentes, corruptos, maleantes, terroristas, asesinos, dictadores.. enemigos del bien colectivo, acechantes todos en estos días a ver si la consolidada democracia española les sirve en bandeja de plata la cabeza de aquél juez que osó, un día, perseguirles. A ver si podemos hacer justicia.. y que no perezca el mundo.. ni nosotros… ni Garzón.