Por Mar Barcón | A Coruña | 17/09/2010
Quince mil delegados que gritan exigiendo la dimisión de Zapatero, el Presidente de la política social, el que mantuvo el diálogo durante seis años, el que más subió las pensiones en la historia de la democracia, el que impulsó la Ley de la Dependencia, el que aprobó históricas medidas de protección a la familia, a los jóvenes, a los trabajadores.. Pero es lo que tiene el desamor, que cuanto más has querido más intensa es la aflicción en el adiós – de momento un” hasta luego” - .
Mientras tanto la derecha sonríe. Sonríe y prepara la estrategia que, espera, debilite de manera definitiva a la izquierda, golpeándola también en el alma del diálogo social y desarmando la legitimidad de los representantes de los trabajadores. Basta un vistazo a los diarios más conservadores para encontrar el hilo de la madeja destinada a poner en cuestión la lucha sindical. Esperanza Aguirre anuncia que eliminará miles de delegados sindicales “para ahorrar dinero público” y su osadía es cacareada por la derecha mediática, ávida de victorias que les sanen de aquél lejano 14 de marzo. Los sindicatos no sirven, los sindicatos son inútiles, roban, mienten… y encima Toxo tuvo la osadía de hacerse un crucero… “Para qué queremos sindicalistas..?” vociferan desde las ondas conservadoras aprovechando el desánimo y el dolor de tantos trabajadores en paro… Para qué quereis a esta gentuza que vive a vuestra costa?..
Momentos para pocos matices.. cierto.. pero momentos, también, para que la socialdemocracia arrincone la brocha gorda y se faje en una batalla que no pone en juego una victoria electoral sino un modelo de sociedad iniciado en la segunda mitad del XX y capaz de generar un espacio de bienestar, progreso y ciudadanía que la convirtió en referente en todo el mundo. El debate no es únicamente – que también – si la Europa que viene fijará sus prioridades al golpe de tacón de Sarkozy o virará, aún levemente, a la izquierda. El debate real es si será capaz de mantener la esencia y el espíritu que permitieron la creación de la UE, si “aquella Europa” de trabajadores con derechos, de libertad y diversidad tiene aún esperanza. Los movimientos ultraconservadores esperan agazapados bajo el discurso simplista que crece en el abonado terreno de la crisis.. Para qué queremos a los políticos?, soluciona algo la política?, de qué valen las elecciones?, por qué debo yo mantener las pensiones de extranjeros que no tienen donde caerse muertos?..
Y en esta encrucijada, la izquierda española no debe caer en la trampa de la división. Cierto que los dirigentes sindicales – en especial la UGT, por aquello de que los desencuentros familiares siempre son más dolorosos – pueden sentirse desconcertados o incluso desilusionados por el devenir de las medidas sociales que el Gobierno de España se ha visto obligado a tomar. Pero sería injusto no comprender que el 9 de mayo, aquella infausta madrugada, todo cambió. Ya no es posible recrearse en medidas de corte social sin aligerar el déficit, y sin cumplir ajustes y plazos imprescindibles para reforzar nuestra credibilidad exterior; sin ella no habrá empresas ni trabajo posible. Cierto que podrá afirmarse que no deben ser los trabajadores los únicos que asuman el coste de la crisis, pero no podemos olvidar que la reforma del mercado laboral es una tarea que entre todos dejamos pendiente y que algunas dificultades diferenciales de nuestra economía, no tendremos más remedio que corregirlas si no queremos condenar a las siguientes generaciones a vivir la misma incertidumbre.
Por otro lado, es comprensible que algunas declaraciones o fotos de las cúpulas sindicales produzcan rechazo a militantes y dirigentes socialistas, pero mal haríamos si no entendemos que la interlocución sindical es un elemento insustituible de la sociedad democrática. No habrá izquierda posible si dejamos a los trabajadores sin representación institucional en los foros de debate y decisión. Cuando la señora Aguirre promete reducir a la mitad los delegados sindicales, lo que esconde es una estrategia de deslegitimación de la izquierda, de toda la izquierda: la política, la sindical, la social… Cuando Feijoo habla de “diálogo” lo que intenta es la treta del embaucador, aspirando a provocar una ruptura en la línea de la oposición para limitar su capacidad de penetración social. Cuando los medios más conservadores denigran el trabajo y la representatividad de los sindicalistas lo hacen para generar la desafección entre aquellos que carecen de empleo o que pasan dificultades en el suyo y que no tienen la cabeza “para matices”… Así que, en realidad, la pregunta que deberíamos hacernos desde la izquierda no es si la huelga será o no un éxito, sino cómo vamos a enfrentarnos al futuro y a la estrategia demoledora de la derecha a partir de ese día… Es importante, por tanto, el día 29, pero empieza a ser imprescindible tener un plan para el 30 de septiembre.