Por Mar Barcón | A Coruña | 02/03/2011
La inquietud de una parte de los ciudadanos, provocado por el desconocimiento que se tienen de estos procesos y la irresponsable actitud de la oposición política, dispuesta a agitar los sentimientos más bajos con tal de conseguir un puñado de votos, convirtieron el inicio de este Plan en un calvario para la ciudad y en caldo de cultivo para propuestas y personajes de lo más pintoresco.
Hoy, tras tres años de mucho trabajo y bastante silencio, Penamoa cae y esta caída es, probablemente, una de esas noticias que justifican una Legislatura entera. Terminar con un asentamiento como este, hacerlo integrando al 80% de las familias en viviendas normalizadas y desde itinerarios completamente anónimos es un ejemplo de lo que una sociedad madura e instituciones competentes son capaces de hacer cuando se lo proponen. El final de Penamoa se debe, por supuesto, al trabajo impecable de un equipo eficaz y profesional donde los haya; al compromiso firme de un Gobierno municipal que no se dejó vencer por el desánimo ni por acosos indecentes; al impagable ejemplo cívico de algunas entidades vecinales – con la A. VV del Ventorrillo y la Federación de AA.VV. en primer lugar – y sociales que comprendieron que este era el momento de la lealtad y la responsabilidad y, como no, gracias a una ciudadanía que lleva tres décadas colocando la política social como su prioridad y en esta ocasión no podía fallar.
Sólo quien ha tirado una chabola sabe cuánto trabajo y cuánto compromiso hay detrás. Qué decir de la eliminación de cien?. Penamoa cae gracias al trabajo y al silencio de la buena gente. Para todos ellos, hoy, la satisfacción y el orgullo. Penamoa cae a pesar de aquellos que no dudaron en utilizar la miseria, la pobreza y el temor como armas electorales. Para ellos, la vergüenza.